El curso 2011-12, muchos docentes
lo recordaremos como un curso apagado y triste, en el que la impotencia y la
frustración llegaron y se instalaron en nuestra actividad docente, sin poder
remediarlo. El motivo es de todos sabido: para implantar recortes
presupuestarios en la enseñanza pública de nuestra comunidad autónoma y,
posteriormente, en la de todo el país, se inició una campaña de justificaciones
injustificables para la inmensa mayoría de los que hemos luchado por la calidad
de la enseñanza pública desde hace décadas.
Los profesores de la escuela pública madrileña y española, independientemente de si estamos de acuerdo o no con las políticas de recortes actuales, hemos luchado desde dentro, en las aulas, en el día a día, siempre buscando lo mejor de nosotros para que cada clase, cada consejo a nuestros alumnos, o cada propuesta de actividad de aprendizaje, supusiera nuestro humilde pero eficaz “granito de arena”… Y constatamos que, en las últimas décadas, nuestra escuela pública, aun con sus defectos, se ha convertido en una enorme “montaña”, llena de grandezas, de la que podemos estar bien orgullosos. Esto no es obra solamente de los docentes, claro está, el esfuerzo inmenso lo ha aportado toda la comunidad educativa, y toda la sociedad, con su interés, su confianza y sus impuestos. Entre todos hemos creado un bien común valiosísimo que ahora muchos tememos perder.
Durante todo el curso pasado sentimos que nuestras quejas fueron ignoradas y, lo peor, que algunos de nuestros políticos y medios de información encontraron el arma perfecta contra estas quejas en culpabilizarnos, a los docentes y a la escuela pública como sistema. ¿De qué? Nada menos que de la crisis terrible en la que alguien, muy ajeno al mundo de la enseñanza, nos ha metido y de la que, seguramente, alguien, también muy ajeno al mundo de la enseñanza, quiere sacar provecho, destruyendo lo que es de todos para repartírselo después junto a unos pocos.
Los profesores de la escuela pública madrileña y española, independientemente de si estamos de acuerdo o no con las políticas de recortes actuales, hemos luchado desde dentro, en las aulas, en el día a día, siempre buscando lo mejor de nosotros para que cada clase, cada consejo a nuestros alumnos, o cada propuesta de actividad de aprendizaje, supusiera nuestro humilde pero eficaz “granito de arena”… Y constatamos que, en las últimas décadas, nuestra escuela pública, aun con sus defectos, se ha convertido en una enorme “montaña”, llena de grandezas, de la que podemos estar bien orgullosos. Esto no es obra solamente de los docentes, claro está, el esfuerzo inmenso lo ha aportado toda la comunidad educativa, y toda la sociedad, con su interés, su confianza y sus impuestos. Entre todos hemos creado un bien común valiosísimo que ahora muchos tememos perder.
Durante todo el curso pasado sentimos que nuestras quejas fueron ignoradas y, lo peor, que algunos de nuestros políticos y medios de información encontraron el arma perfecta contra estas quejas en culpabilizarnos, a los docentes y a la escuela pública como sistema. ¿De qué? Nada menos que de la crisis terrible en la que alguien, muy ajeno al mundo de la enseñanza, nos ha metido y de la que, seguramente, alguien, también muy ajeno al mundo de la enseñanza, quiere sacar provecho, destruyendo lo que es de todos para repartírselo después junto a unos pocos.
Jesús Saiz Huedo
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